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Los anarquistas en las okupaciones de fábricas en Italia

Al final de la primera guerra mundial ocurrió una radicalización masiva en toda Europa y el resto del mundo. Hubo una explosión de afiliaciones a sindicatos, huelgas, manifestaciones y toda clase de agitación alcanzaron grandes niveles. Esto se debió en parte a la guerra, en parte al aparente éxito de la revolución rusa. A través de Europa, las ideas anarquistas se hicieron más populares y las uniones anarcosindicalistas aumentaron de tamaño. En Gran Bretaña, por ejemplo, se produjo el movimiento de los enlaces sindicales y las huelgas de Clydeside, en Alemania el auge del unionismo industrial, y en España un gran crecimiento en la anarcosndicalista CNT. Desafortunadamente, también hubo gran crecimiento en los partidos demócrata-social y comunista. 

En Agosto de 1920, hubieron huelgas de ocupación de fábricas en Italia, como respuesta a las rebajas de los salarios y a los cierres patronales. Esta huelgas comenzaron en las fábricas de ingeniería y pronto se extendieron a los ferrocarriles, transportes por carretera, y otras industrias, y los campesinos tomaron la tierra. Los huelguistas, sin embargo, hicieron algo más que ocupar los puestos de trabajo, pusieron parte de ellos a régimen de auto-gestión. Muy pronto 500,000 huelguistas estaban trabajando, produciendo para ellos mismos.

Errico Malatesta, que tomó parte en estos sucesos, escribió:
"los trabajadores pensaron que el momento estaba maduro para la toma de posesión de una vez para siempre de los medios de producción. Se armaron para su propia defensa ... y comenzaron a organizar la producción por su propia cuenta ... El derecho de propiedad fue de hecho abolido .. era un nuevo régimen, una nueva forma de vida social que hacía su entrada. Y el gobierno se echó a un lado al sentirse impotente para ofrecer oposición." [Vida e Ideas p.134]. 

Durante esta época la Union Sindicalista Italiana (USI) creció hasta llegar a casi un millón de miembros y la influencia de la Union Anarquista Italiana (UAI) con sus 20,000 miembros creció en proporción. Según nos cuenta el reportero marxista galés Gwyn A. Williams "los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios constituían el grupo más revolucionario de la izquierda ... El rasgo más saliente en la historia del anarquismo y sindicalismo en 1919-1920 fue el rápido crecimiento ... Los sindicalistas sobre todo captaron la opinión de la clase obrera militante que el movimiento socialista inútilmente trataba de captar." [Proletarian Order, pp. 194-195].

Daniel Guerin da un buen resumen de la extensión del movimiento, "la dirección de las fábricas ... se llevaba a cabo por medio de comités de trabajadores técnicos y administrativos. La auto-gestión llegó lejos ... La auto-gestión emitió su propio dinero ... Se requería estricta auto-disciplina ... [y] una estrecha solidaridad se estableció entre las fábricas ... [donde] las menas y el carbón se ponían en un fondo común y se repartían equitativamente" [Anarchism, p.109].

Sobre las fábricas okupadas ondeaba "un bosque de banderas negras y rojas" puesto que "el consejo del movimiento de Turin era esencialmente anarcosindicalista" [Williams, op. cit., p.241, p.193].

Los trabajadores ferroviarios se negaron a transportar tropas, los obreros se fueron a la huelga en contra de las consignas de las uniones reformistas y los campesinos ocuparon la tierra. Tales actividades eran "ya directamente guiadas o indirectamente inspiradas por los anarcosindicalistas" [ibid., p. 193]

No obstante, después de cuatro semanas de okupación los trabajadores decidieron abandonar las fábricas. Esto fue debido a la actuación del partido socialista y las uniones reformistas. Se opusieron al movimiento y negociaron con el estado por una vuelta a la "normalidad" a cambio de la promesa de aumentar legalmente el control por los trabajadores, en asociación con los jefes. Esta promesa no se mantuvo. La falta de organizaciones inter-fábrica independientes hizo que los obreros dependieran de los burócratas de las uniones para obtener información sobre lo que pasaba en otras ciudades, y usaron ese poder para aislar las fábricas y las ciudades entre sí. Esto desembocó en una vuelta al trabajo, "a pesar de la oposición de anarquistas individuales dispersados por todas las fábricas" [Malatesta, op. cit., p.136].

La confederación local de uniones sindicalistas no podía proporcionar la infraestructura necesaria para un movimiento de okupación totalmente coordinado, puesto que las uniones reformistas se negaban a colaborar con ellas; y aunque los anarquistas eran una minoría grande, era al fin y al cabo una minoría. Este período de la historia italiana explica el crecimiento del fascismo en Italia. Como indica Tobias Abse, "el auge del fascismo en Italia no puede desprenderse de los sucesos del biennio rosso, los dos años rojos de 1919 y 1920, que le precedieron. El fascismo fue prevención contra-revolucionaria ... lanzado como resultado de la fracasada revolución" ["The Rise of Fascism in an Industrial City" p. 54, en Rethinking Italian Fascism, pp.52-81].

Durante la época de la okupación de las fábricas Malatesta sostuvo que "Si no la llevamos hasta el final, pagaremos con lágrimas de sangre por el miedo que le hemos metido ahora a la burguesía". Sucesos posteriores lo confirmaron, cuando los capitalistas y los ricos terratenientes apoyaron a los fascistas para enseñar a la clase trabajadora cual era su lugar. Sin embargo, incluso en los más oscuros días del terror fascista, los anarquistas resistieron las fuerzas del totalitarismo. "No es casualidad que la más fuerte resistencia de la clase obrera al fascismo ocurrió en ... los pueblos y ciudades en las que había una fuerte tradición anarquista, sindicalista o anarcosindicalista" [Tobias Abse, Op. Cit., p.56].

Los anarquistas participaron, y a menudo organizaron, secciones del Arditi del Popolo, una organización obrera dedicada a la auto defensa de los intereses de los trabajadores. Los Arditi del Popolo organizaron y alentaron la resistencia obrera a las escuadras fascistas, derrotando a menudo superiores contingentes fascistas. Los Arditi fueron lo más cercano a la idea de un frente obrero unido, revolucionario contra el fascismo en Italia, como sugirió Malatesta y la UAI. Sin embargo, los partidos socialista y comunista se retiraron de la organización, los socialistas firmando un "Pacto de Pacificación" con los fascistas. Los líderes de los socialistas autoritarios prefirieron la derrota y el fascismo al riesgo de que sus seguidores se "infectaran" de anarquismo.

Inclusive después de la creación del estado fascista, los anarquistas opusieron resistencia dentro y fuera de Italia. Muchos italianos, anarquistas y no anarquistas, viajaron a España para resistir a Franco en 1936. Durante la segunda guerra mundial, los anarquistas jugaron un papel importante en el movimiento partisano italiano. El hecho de que el movimiento antifascista estaba dominado por elementos anticapitalistas llevo a los EEUU y al Reino Unido a colocar conocidos fascistas en posiciones gubernamentales en las localidades que "liberaban" (a menudo el pueblo ya había sido tomado por los partisanos, resultando que las trpas aliadas "liberaban" al pueblo de sus propios habitantes!).

No es sorprendente que los anarquistas fuesen los más consistentes y triunfales opositores al fascismo. Los dos movimientos no podían estar más aparte, el uno por el estadismo total al servicio del capitalismo mientras que el otro estaba por una sociedad libre, no-capitalista. Ni tampoco sorprende que cuando sus privilegios y poder estaban en peligro, los capitalistas y los terratenientes se volvieran al fascismo a que los salvase. Este proceso es muy común en la historia (tres ejemplos, Italia, Alemania y Chile).

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