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Vencedores en Milán los fascistas no llegan a ganar Parma, que será, hasta la víspera de la marcha sobre Roma, como una espina molesta clavada en el cuerpo hipertrofiado del fascismo del valle del Po. Una vez más, Italo Balbo es quien toma la decisión de aprovechar las circunstancias para liquidar definitivamente este islote de resistencia antifascista. En Parma, el movimiento obrero se encuentra en una situación bastante particular, antes de la guerra, Parma había sido "la meca" del sindicalismo revolucionario, donde la actuación de la USI-AIT fue destacada no solo en la organización obrera y su participación en diversas iniciativas autogestionarias sino también combatiendo en primera linea en enfrentamientos callejeros a los fascistas. La instauración de la influencia socialistas en la ciudad de Parma era muy reciente y los obreros conservaban un espíritu independiente y de desconfianza frente a los partidos políticos. Por eso Parma fue la única ciudad en que hubo, pese a los vetos socialistas y comunistas, una organización de los Arditi del popolo bastante seria y entrenada.
Al segundo día de la huelga general (a la que los dirigentes socialistas locales han decidido poner término) las escuadras fascistas comienzan a llegar procedentes de la provincia y de Cremona. "Una centuria de fascistas de Cremona (relata chiurco historiador fascista) con Farinacci, es acogida el tercer día de la huelga con disparos de mosquetón y granadas en la barrera Garibaldi. Interviene la fuerza pública; los autos blindados entran en acción. La batalla dura varias horas, millares de fascistas, llegados de todos lados ocupan militarmente las estaciones. Las escaramuzas surgen por doquier, se lanzan bombas. las escuadras subversivas hacen incursiones hasta el centro de la ciudad y emprenden el asedio del fascio". La misma tarde llega Balbo y con él nuevas escuadras que destruyen dos círculos de ferroviarios y la imprenta del diario Il Piccolo. Pero los integrantes de los Arditi del Popolo han decidido resistir hasta el fin.
"Al alba (Cuenta un antifascista llamado Guido Picelli, antiguo combatiente que no ha olvidado lo que la guerra le ha enseñado) la población obrera baja a la calle con picos, palas y otros útiles para ayudar a los Arditi del Popolo a desempedrar las calles, las aceras, a levantar los railes del tranvía, a cavar trincheras y a levantar barricadas con carros, bancos, postes y todo cuanto cae en sus manos. Hombres, mujeres, viejos, jóvenes de todos los partidos y sin partido están allí unidos por una sola voluntad de acero combatir y resistir al fascismo! En unas cuantas horas, los barrios populares de la ciudad adquieren el aspecto de un campo fortificado. La zona ocupada por los defensores es dividida en cuatro sectores... Cada escuadra estaba compuesta de ocho o diez hombres y armados con fusiles modelo 1891, mosquetones, revólveres de reglamente y bombas SIPE. Sólo la mitad de los hombres pudieron ser armados con fusiles o mosquetones. La entrada de las plazas, de las calles, de los callejones fue cerrada por construcciones defensivas. En algunos puntos, las defensas fueron reforzadas con varias líneas de alambre de espino. Los campanarios fueron transformados en observatorios..."
Los jefes fascistas exigen del prefecto que el ejército sea utilizado para desmantelar las posiciones de los "subversivos". Las tropas ocupan el barrio de la Trinita en donde son acogida por los defensores de las barricadas al grito de "¡Vivan nuestros hermanos los soldados!" mientras que en los barrios de Oltretorrente los Arditi se niegan a ser desarmados, los fascistas están furiosos con el resultado de su iniciativa, y deciden la reanudación de las hostilidades lanzando las proclamas siguientes: "Las autoridades han sido burladas por los bolcheviques huelguistas, se ha intentado dar al cese de la huelga el carácter de una alianza entre los soldados y los manifestantes, negadores de la patria. Si los que están encomendados de la tutela del patriotismo, el ideal mas sagrado que todavía poseemos, no saben defenderlo, nos levantamos por la defensa de la dignidad de la nación y del ejercito ultrajado. ¡Fascistas, a las armas! Volvemos a la lucha en nombre de la Italia inmortal" El ejercito había sido ultrajado, según los fascistas, porque los obreros que defendían sus libertades en vez de tirar contra él, habían festejado a los soldados y confraternizado con ellos. La nueva ofensiva emprendida por los fascistas, que esta vez tiene como objetivo los barrios de la "Vieja Parma" los de Oltretorrente, fracasa ante la resistencia encarnizada y bien organizada de los Arditi del Popolo y de toda la población. Mussolini, que permanece durante todo el tiempo en Roma y a quien Balbo consulta por teléfono aconseja la desmovilización, para salvar las apariencias, los jefes fascistas obtienen que los poderes sean transmitidos a la autoridad militar, que procederá a la ocupación y a la limpieza de escombros de los barrios obreros,
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