“Si las elecciones sirvieran para cambiar algo, estarían prohibidas.” “¡Los anarquistas no votan!” Y es cierto, cuando de sufragio universal se trata, los anarquistas predican la abstención revolucionaria. El anarquista se niega a valerse de la boleta electoral para cambiar algo o para participar de la expresión de “la voluntad del pueblo”, porque sabe que esas dos ilusiones son enormes engaños constitutivos de la democracia representativa. La gente honesta y simple debería saberlo y no lo sabe. Un espíritu libre no puede dejar de sorprenderse viendo alrededor suyo que, incluso cuando se abusa de él y se lo engaña periódicamente, la confianza del elector sobrevive a las decepciones repetidas y a sus propias y cotidianas lamentaciones (Sébastien Faure), y, como un lamentable Sísifo, el elector continuará votando cuando el poder político le pida que lo haga. Sabemos que nuestros argumentos son fuertes pero la razón...