Fueron los momentos más esperanzadores que he vivido en
los últimos tiempos, en la sana compañía de grandes y anónimos
revolucionarios que pretendieron materializar el mundo nuevo que
llevaban en los corazones. Mineros, trabajadores de todo oficio y
condición, campesinos… Todo un pueblo, en fin, decididamente lanzado a
la construcción de una sociedad definitivamente justa e igualitaria.
Veamos cómo empezó todo.
Tras las elecciones
generles de 1933, los centristas del Partido Radical de Lerroux forman
un gobierno monocolor minoritario apoyado por la Confederación Española
de Derechas Autónomas, liderada por Gil Robles. En Octubre de 1934, la
CEDA, partido antirrepublicano, retira su confianza al gobierno
radical y exige participar en el mismo, por lo que se incluyen tres
ministros derechistas en el gabinete.
Los obreros
se alarman por esta decisión, pues están viendo cómo la democracia
parlamentaria burguesa ha abierto el camino al poder a los nazis en
Alemania y a los fascistas en Italia, y no están dispuestos a que en
España suceda lo mismo permitiendo la derechización de una república
que tanto les ha costado conquistar.
El día 5, en
Madrid, UGT declara la huelga general. CNT no apoya la movilización por
imposibilidad de hacerlo, pues, en la capital, la organización había
sido prohibida y sus militantes perseguidos y vigiladas sus
actividades, por lo que solo podía moverse en la clandestinidad. Los
revolucionarios intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno,
pero las fuerzas represivas a su servicio, después de dos horas de
intercambio de disparos, dominaron la situación y encarcelaron a los
dirigentes socialistas que apoyaron la sublevación.
En
Bizkaia y Gipuzkoa los nacionalistas no apoyan la revolución, pero la
UGT toma las cuencas mineras y las zonas industriales, manteniéndolas
en su poder hasta el día 12, en que los obreros fueron vencidos por la
intervención del Ejército.
En Aragón, Extremadura y
Andalucía no cuajó la revolución porque los campesinos estaban ya
agotados por las recientes luchas y huelgas que se produjeron durante
los meses de marzo, abril y junio.
CATALUNYA
Muy
distinta fue la acogida de la Revolución en Catalunya. Reproduzco el
manifiesto que el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, de
Esquerra Republicana de Catalunya, difundió en la noche del 6 al 7 de
octubre:
"Catalanes: las fuerzas monarquizantes y
fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la
República han logrado su objetivo y han asaltado el poder. Los partidos
y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las
menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que
predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy
el soporte de las actuales instituciones. En esta hora solemne, en
nombre del pueblo y del parlamento,el gobierno que presido asume todas
las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la
República Federal Española, y al establecer y fortificar la relación
con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les
invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la
República,que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso
de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal
libre y magnífica".
Esta declaración provocó la
proclamación de estado de guerra y la intervención del Ejército, que
domina rápidamente la situación después de algunos enfrentamientos en
los que perecieron alrededor de cuarenta personas. La autonomía
catalana fue suspendida por el Gobierno y Lluis Companys detenido.
También fue detenido Azaña, quien se encontraba casualmente en
Barcelona para asistir al funeral de Jaume Carner, que fue ministro de
su gobierno cuando él era presidente.
LA REVOLUCIÓN ASTURIANA
Fue
en Asturias donde, gracias a las heroicas y decididas acciones de los
mineros, la Revolución del 34 alcanzó su cénit. Se trató de una
auténtica insurrección coordinada entre las diferentes fuerzas de la
izquierda asturiana, agrupada bajo las siglas UHP (Uníos Hermanos
Proletarios, Uníos Hijos del Proletariado o Unión de Hermanos
Proletarios. Las tres versiones aparecen en carteles y panfletos de la
época) En esta Alianza Obrera se encuadraron la Federación Socialista
Asturiana del PSOE, la UGT, la Confederación Regional del Trabajo de
Asturias, León y Palencia de la CNT, y las organizaciones trotskistas
Bloque Obrero y Campesino (BOC) e Izquierda Comunista. Al Partido
Comunista de España (PCE) que solicitó su ingreso en septiembre de
1934, no se le permitió la adhesión hasta que no retiró de su petición
todos los puntos que hacían referencia a su antitrotskismo. Tanto
socialistas como anarquistas fueron inflexibles en este extremo: ante
todo, unidad de aacción y nada de enfrentamientos intestinos.
(Reflexión sobrevenida: "¿Dónde coño están aquel PSOE y aquella UGT?")
El
PCE firmó, por fin, su ingreso en UHP, pero, sin embargo, su afán de
partido conductor de todas las iniciativas le hizo redactar el 4 de
octubre, tan sólo 24 horas antes del inicio de la Revolución, un
panfleto que fue distribuido por las cuencas mineras y que, entre otras
lindezas, decía:"¡Trabajadores! No os dejéis engañar por ese falso
camino que os brindan para la unidad. Vuestros jefes os traicionan. La
Alianza Obrera es el nervio vivo de la contrarrevolución ¡Abajo la
Alianza Obrera de la traición!" En fin, como siempre, intentando
protagonizarlo todo y sacar tajada de todas partes, de la UHP y de los
opuestos a la UHP. Tan sólo cuando, horas más tarde, el PCE comprendió
que el movimiento era imparable, se convirtió en su mayor defensor.
Y
llegó el día 5. Los mineros disponían de armas y dinamita y la
revolución estaba muy bien organizada. En Oviedo se proclamó la
República Socialista Asturiana y se atacaron lo puestos de la Guardia
Civil, los ayuntamientos y otras instituciones de los poderes
burgueses. A los tres días casi toda Asturias estaba en manos de los
mineros, incluidas las fábricas de armas de Trubia y La Vega. A los diez
días, unos 30.000 trabajadores forman el Ejército Rojo y desde el
Gobierno se considera que la revuelta es una guerra civil en toda regla,
por lo que Lerroux y Gil Robles deciden adoptar medidas enérgicas,
entre las que destacan la de llamar a los generales Goded y Franco (que
tenía ya experiencia por haber participado en la represión de la huelga
general de 1917 en Asturias) para que dirijan el ataque contra los
revolucionarios desde el Estado Mayor de Madrid. Estos recomiendan que
se traigan de África tropas de la Legión y de los Regulares, pues tienen
experiencia en combates y, además, psicológicamente, infunden pánico
entre los ciudadanos, pues estos mercenarios tienen permiso para
asesinar, violar y saquear a la población sometida: victoria -por
cualquier método- a cambio de botín (el cabrón de Franco ya apuntaba
maneras) Tampoco se recomienda la participación de jóvenes reclutas
peninsulares por la impredecible reacción del pueblo ante sus posibles
muertes y, porque al fin y al cabo, eran hijos del proletariado. También
se temía el testimonio que pudieran difundir sobre la feroz represión
que ya tenían planeada.
Mientras esto sucedía, el
Ejército Rojo Asturiano se planteaba una marcha sobre Madrid,
iniciativa que fue abortada por el rápido sitio militar al que fue
sometida la recién nacida república rebelde. Poco antes del brutal
allanamiento de Asturias, la aviación lanzó sobre Mieres el panfleto
que sigue:
"Rebeldes de Asturias, rendíos. Es la
única manera de salvar vuestras vidas: la rendición sin condiciones, la
entrega de las armas antes de 24 horas. España entera, con todas sus
fuerzas, va contra vosotros, dispuesta a aplastaros sin piedad, como
justo castigo a vuestra criminal locura. La Generalidad de Cataluña se
rindió a las tropas españolas en la madrugada del domingio. Companys y
sus hombres esperan en la cárcel el fallo de la Justicia. No queda una
huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser las víctimas de la
revolución vencida y fracasada. El daño que os han hecho los bombardeos
y las armas de las tropas no son más que un triste aviso del que
recibiréis implacablemente si antes de ponerse el sol no habéis
depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después iremos contra
vosotros hasta destruiros sin tregua ni perdón. ¡Rendíos al gobierno de
España! ¡Viva la República!"
Y así fue: sin
tregua ni perdón. El general López Ochoa, comandando las fuerzas
militares gubernamentales, y el aún coronel Yagüe, al frente de sus
embrutecidos legionarios apoyados por la aviación, avanzaron
devastadoramente sobre Oviedo, primero, y, poco después, sobre Gijón.
La resistencia revolucionaria fue heroica, llegando, en ocasiones, a la
lucha casa por casa, pero infructuosa debido a la enorme diferencia de
efectivos y medios.
El día 19 todo había terminado y comenzaba la dura represión que se extendió por el pueblo asturiano
EXPERIENCIAS LIBERTARIAS
CNT
aprovechó la Revolución para construir en positivo experiencias de
Revolución Social, de comunismo libertario. Éstas se dieron,
principalmente, en el barrio gijonés de El Llano y en la localidad
minera de La Felguera, que llegó a denominarse "La Comuna de La
Felguera"
En estos lugares "se procedió a
regularizar la vida de acuerdo con los postulados anarquistas:
socialización de la riqueza, abolición de la autoridad, del capitalismo
y hasta del dinero. Para la organización del consumo se creó un Comité
de Abastos, con delegados por calles establecidos en las tiendas de
comestibles, que controlaban el número de vecinos por cada calle y
procedían a la distribución de los alimentos. Este control por calle
permitía establecer con facilidad la cantidad de pan y de otros
productos que se necesitaban…" (Manuel Villar en "El Anarquismo en la
Insurrección de Asturias: la CNT y la FAI en octubre de 1934")
Todas
las decisiones se dejaron en manos de las asambleas populares y ningún
servicio ni rama de producción dejó de funcionar en esta quincena
revolucionaria: sanidad, fluido eléctrico, minas, talleres… en fin,
toda una experiencia de autogestión que no volvería a repetirse hasta
las colectividades libertarias durante la guerra civil.
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