“Negué el principio de: Cada uno para él y Dios para todos. Defendí al débil, al pobre, al oprimido y al perseguido. Admiré el heroísmo, la voluntad y el sacrificio cuando tenían por objeto el triunfo de la justicia.
Comprendí que bajo el nombre de Dios, de la Ley, de la Patria o de la Libertad, de las más puras abstracciones y de los más elevados ideales, se han cometido y se cometen los crímenes más horrendos...
Comprendí que el hombre no puede despreciar impunemente las leyes NO escritas que gobiernan la vida, y que no puede romper los lazos que los unen al universo. Comprendí que las montañas, mares y ríos llamados “fronteras naturales” estuvieron formados antes que el hombre y no con el objeto de dividir a los pueblos.
Abarqué el concepto de fraternidad y amor universal. Sostuve que cualquier cosa que beneficie o perjudique al hombre, beneficia o perjudica al conjunto de la especie humana.
Sentí mi libertad y mi felicidad en la libertad y la felicidad de todos. Admití que la equidad en los actos, en los derechos y deberes es la única moral en que puede fundamentarse una sociedad humana. Ni una gota de sangre mancha mis manos y mi conciencia.
Comprendí que la finalidad suprema de la vida es la felicidad. Que la base eterna e inmutable del bienestar humano está en la salud, en la paz de la conciencia, en la satisfacción de las necesidades y en la sinceridad…Quiero un techo para cada familia, pan para todas las bocas, instrucción para cada mente, luz para todas las inteligencias.
Estoy convencido que la historia humana no ha comenzado todavía; que nos hallamos aún en el último periodo de la prehistoria…”
"¿Y Ahora?
A los treinta y tres años de edad — los que tenía Cristo, que según algunos sabios alienistas es la edad de los delincuentes generalmente — estoy encerrado en la prisión y prometido a la muerte. No obstante, en cuanto pueda recomenzar las jornadas de la vida, pisaré el mismo camino, tratando siempre de abreviar la suma de mis faltas y errores, y de multiplicar mis buenas obras.
Envío a mis compañeros, a mis amigos, a todos los hombres buenos un fraterno abrazo y mi cordial y caluroso saludo”
B. Vanzetti
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