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Grupo Libertario Vía Libre: Reflexiones sobre la pandemia global

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28-03-2020

La pandemia del nuevo coronavirus sacude el mundo, en lo que supone una situación nunca vista en la historia reciente. La actual crisis revela las fragilidades y problemas estructurales de la sociedad contemporánea. Desde el Grupo Libertario Vía Libre queremos presentar una reconstrucción de las líneas de desarrollo que llevaron a la actual situación y presentar algunos elementos para pensar en lucha por su superación. ---- China ---- La continua depredación de la naturaleza que las sociedades humanas generan y vienen intensificando, con su carga de destrucción de selvas y desmesurado crecimiento de la frontera agrícola, genera una situación de extrema fragilidad para los ecosistemas de todo el planeta. Especies animales antes relativamente aisladas de los humanos, ahora son cazadas y asediadas por comunidades humanas empobrecidas. 


El crecimiento del mercado de animales exóticos en China y toda Asia, explicado en parte por el desarrollo de la agroindustria y el paralelo empobrecimiento de los campesinos, así como la creación de elites ricas con afán de distinguirse socialmente, genera enormes problemas. Estos mercados suponen un hacinamiento sucio, cruel y peligroso de especies animales sin mayores contactos previos entre sí o con nuestra especie, como es el caso de los murciélagos o los pangolines que por lo que conocemos hasta ahora son las especies animales de las que se cree proviene el actual virus. Además su procesamiento como comida es realizado por un común de trabajadores que realizan su actividad en condiciones laborales y sanitarias precarias. Los leves intentos de modificar esta situación adoptados tras la crisis del SARS en 2002, como el establecimiento de medidas higiénicas mínimas y prohibición de la aglomeración de jaulas de especies distintas, fueron abandonados y revertidos, de hecho, por la presión de los sectores empresariales que busca representar el autoritario gobierno chino. 


La dictadura del Partido Comunista en China en cabeza de Xi Jinping, actuó de forma indolente y tardía ante una situación que amenazaba sus planes económicos y sociales, como luego replicarían muchos otros gobiernos del mundo. Especialmente grave, fue la actuación de las autoridades de la ciudad de Wuhan y la provincia de Hubei, que una vez detectadas las primeras anomalías, decidieron en vísperas de las vacaciones y las celebraciones del año nuevo chino, mantener abiertos los mercados de alimentos y realizar celebraciones públicas masivas. El enorme aparato de inteligencia y control que despliega el Estado para vigilar a su población priorizó atacar a los médicos que llamaban la atención sobre el problema y no el análisis de este fenómeno potencialmente mortal, por medio, principalmente, de la censura y de obstáculos burocráticos a la investigación médica y periodística. Todo esto sucedió en un país con un frágil y privatizado sistema de protección social y sanitaria.

 
El gran desarrollo productivo, que la República Popular China ha experimentado en las últimas décadas a costa de una dura explotación de la clase trabajadora nativa, convierte a la segunda economía mundial, en el corazón industrial del mundo, y como tal en un punto privilegiado de difusión de enfermedades virales. Esta situación se vio facilitada por el movimiento de millones de personas a causa de las vacaciones y la gran aglomeración de las ciudades chinas. 


Asia y Europa



En parte como consecuencia del turismo chino de masas en expansión concentrado en Asia oriental y Europa occidental, que como todo turismo masivo suele ser incontrolado y arrasador, y en parte por los continuos intercambios comerciales y humanos que hace la burguesía mundial de diferentes países sin ninguna consideración sanitaria, el virus empezó a propagarse con relativa rapidez por otros países del resto del mundo. 


Pero mientras varios Estados asiáticos lograron establecer medidas efectivas de contención en las primeras fases del brote, varios países europeos empezando por Italia, España, Francia, Alemania y Reino Unido, fracasaron en este propósito, y antes bien empresarios, dirigentes políticos y medios de comunicación desestimaban las alertas tempranas e irresponsablemente hicieron un llamado a la normalidad, tachando como exageradas y autoritarias las medidas de cuarentena,explotando la cultura individualista e insolidaria hegemónica impuesta por el capitalismo. En un escenario político derechizado, diferentes sectores políticos de hecho abordaron el problema desde una mirada racista inútil ante el brote, que ha recrudecido la tradicional xenofobia hacia los migrantes asiáticos de las sociedades europeas. 


Como consecuencia de esta actitud de dejar pasar y en el marco de las políticas neoliberales que avanzan en los países de la Unión Europea al menos desde 1980, y las políticas de ajuste económico impuestas tras la crisis económica mundial de 2008 que agravaron la precariedad de las condiciones de trabajo y vida de la población y afectaron todos los servicios sociales, especialmente la salud pública, con políticas aprobadas y mantenidas tanto por las fuerzas conservadores como por las social liberales, el virus se expandió con enorme y devastadora velocidad, golpeando a una población envejecida y empobrecida.


Los brotes han adquirido dimensiones trágicas especialmente en Italia bajo la administración centrista de Giuseppe Conte y en menor medida en España bajo el gobierno socialdemócrata de Pedro Sánchez, esto explicado en parte por que la población rica de las ciudades se desplazó ante la inminencia de la crisis por todo el país, violando repetidamente las ineficaces restricciones de movilidad, y los grandes eventos que congregaban multitudes se siguieron desarrollando sin miramientos hasta dónde les fue posible a los grupos empresariales. En la expansión de la enfermedad fue también importante la gran inercia de una cultura egoísta, patriarcal y conservadora a la que le costó adaptarse a la radical novedad de esta situación. 


Establecida esta situación, la propagación del virus a nivel mundial se vio facilitada por el papel imperialista de Europa en el mundo, y los mil privilegios y facilidades que los sectores acomodados de esta región, blancos y ricos, tienen para desplazarse por el mundo sin contratiempos. Así de forma inconsciente e inocente, los viajes de la burguesía primero asiática y luego y de forma más extendida europea, llevaron a la mundialización de la enfermedad.

 
Ahora ante la gravedad y realidad de la pandemia, los gobiernos conservadoras como los de Donald Trump en Estados Unidos y Boris Johnson en Gran Bretaña, junto con diversas autoridades locales, defienden un optimismo irresponsable y contrario a la evidencia médica, acariciando la idea de la necesidad de desarrollar inmunidad colectiva, esto es asumir y normalizar la expansión de la enfermedad entre toda la población para el desarrollo de anticuerpos naturales, con su carga de decenas sino centenares de miles de muertos, una política basada de una idea eugenista conservadora que supone dejar morir a un sector débil de la sociedad para salvar el normal funcionamiento económico. 


América Latina y Colombia 



El sub continente latinoamericano crecientemente conectado con el mundo, recibe la pandemia global afectado además por niveles históricamente altos de contagiados y muertos por enfermedades endémicas de la pobreza, prevenibles y curables, como el dengue que registra picos alarmantes en Perú, Argentina o Colombia, así como la malaria o el sarampión. 


En este contexto, los aeropuertos privatizados y las autoridades de control centradas casi exclusivamente en la detección del tráfico de drogas y migrantes irregulares, actuaron con lentitud y negligencia de la mano de las autoridades nacionales y locales. Los viajeros internacionales provenientes de zonas de riesgo especialmente en Europa, aún aquellos con síntomas visibles de enfermedades respiratorias, ingresaron masivamente y sin contratiempos semanas después del agravamiento de la epidemia. En esta situación los trabajadores aéreos y aeroportuarios no recibieron los medios suficientes de protección, y pudieron convertirse en portadores involuntarios y vulnerables a la enfermedad. 


Traída de forma accidental por la burguesía el virus supo difundirse a través de las propias relaciones de privilegio de la sociedad de clases. Así, decenas de personas ricas que subestimaban la gravedad de la situación se relacionaron quizás sin malas intenciones con cientos de familiares, empleados y usuarios de comercios y transportes públicos. En este contexto las exhaustas trabajadoras del sistema de salud no contaron con los recursos físicos ni la capacidad institucional para intervenir de forma previa y oportuna. 


De esta forma, los problemas estructurales de las sociedades latinoamericanas agravados por las políticas de precarización de la nueva ola reaccionaria que sacude el continente, suponen enormes facilidades para el contagio y la propagación del virus, en formas como los servicios de salud sobre saturados y mal equipados donde muchos hospitales públicos se caen literalmente a pedazos y decenas de sanatorios se encuentran cerrados y quebrados; los transportes públicos que se planifican para estar repletos y sucios; los frágiles sistemas pensionales que desprotegen a la mayoría de adultos mayores y les obligan a concentrarse en oficinas y farmacias lentas y masificadas; y a nivel más general, la extensión de ambientes de trabajo peligrosos, inseguros y desaseados. 


En la región la clase trabajadora más precarizada y empobrecida, puede ser la victima principal de la situación generada por la pandemia y las medidas implementadas para contenerla. Así serán golpeadas las personas que no cuentan con alcantarillado y agua potable y se ven imposibilitadas de atender muchos de las medidas higiénica necesarias; las familias hacinadas en piezas e inquilinatos muchas de ellas migrantes que no pueden atender el aislamiento preventivo; las decenas de miles de personas en situación de calle que no cuentan con un hogar donde resguardarse; las trabajadoras independientes que ganan su sustento día a día sin ninguna protección social y no pueden atender los llamadas al confinamiento;las trabajadoras asalariadas de sector no esenciales presionadas por sus empresas a continuar laborando o la población privada de la libertad que sufre el hacinamiento, el trato cruel y la desprotección panificada. 
También es crítica la situación de la población adulta mayor, la más afectada por el virus y la mayoría de los males respiratorios, que en general se encuentra desprotegida en materia pensional, y que ha padecido con crudeza la desigualdad y precariedad de los sistemas de salud y protección social. 


Un elemento grave que incide en este delicado momento, es el de las crecientes afectaciones a la salud producidas por la contaminación ambiental, particularmente de saturación del aire de los centros urbanos y el cambio climático con los consecuentes climas extremos con variaciones bruscas, todos terreno fértil para la enfermedad. 


Elementos para la lucha



La contención y superación de la pandemia del COVID 19 es posible, aunque necesitamos de voluntad política y medidas prontas para lograrla. De manera concreta en medio de los llamados a cuarentena general, luchar por condiciones de bienestar, con alimento, techo, agua y cuidado médico para las habitantes de calle, las detenidas en el sistema penitenciario, las migrantes y el común de las trabajadoras más precarizadas es esencial. Como garantizar el aislamiento social temporal es imperativo, hay que imponerle a la patronal la suspensión con plenas garantías salariales y sociales de todos los trabajos no esenciales en la crisis sanitaria y la prohibición de los despidos, como de hecho viene revindicando y consiguiendo la propia clase trabajadora, que desarrolla importante huelgas generales como en Italia o paros sectoriales en Europa y Sudamérica.

 
Para superar la emergencia sanitaria, es clave luchar por imponer la reapertura de hospitales clausurados y denunciar a los responsables políticos y económicos de su cierre, desarrollar el control público de toda la red de salud, el acondicionamiento de los espacios recreativos u hoteleros para las necesidades sanitarias, y la plena dotación y financiamiento de las instituciones de cuidado, así como el fin de los despidos, la subcontratación y por el mejoramiento de las condiciones laborales de todas las trabajadoras de la salud. Las mismas condiciones de utilidad común y mejora laboral merecen las trabajadoras del comercio, la industria sanitaria, la logística y el transporte, los servicios públicos y la población campesina. Fomentar una cultura de vida y solidaridad, auto protección y cuidado colectivo, que nos permita superar la actual sensación de pánico consumista y de sálvese quien pueda, es la clave para avanzar en la superación de la actual coyuntura. 


En esta coyuntura, las acciones colectivas de solidaridad entre las de abajo son fundamentales. Así se expanden de forma autónoma recolectas de bienes y dinero, redes de apoyo entre vecinos y compañeras de estudio y trabajo, nuevas prácticas colectivas al racionamiento de recursos y se generaliza una nueva conciencia de la importancia de las mal pagas labores de cuidado y protección, que históricamente asumen las mujeres trabajadoras. Estas espontaneas muestran de hermandad entre trabajadoras, reafirman la idea y la práctica de que una sociedad alternativa es posible, pues la pandemia del Coronavirus a expuesto con crudeza la injusticia y la desigual del sistema capitalista. 


A nivel más general, esta es una oportunidad para reforzar la lucha contra la destrucción ambiental y permitir la subsistencia de ecosistemas libres de intervención humana permanente; la lucha por modificar la depredación que ejercemos sobre los animales no humanos, y modificar todas las prácticas de encierro, crueldad y enfermedad a las que los sometemos; la lucha por una globalización de los pueblos y no de los mercados, basada en la solidaridad y la empatía mutua; la lucha por una salud digna, como bien humano fundamental, pública, universal y manejada por sus usuarias y trabajadoras, por un sistema pensional y de protección social amplia para cobijar a toda la población adulta mayor, por servicios públicos y de transporte a la medida de nuestras necesidades, por una alternativa socialista y libertaria que supere el presente de explotación y precariedad al que nos somete el capitalismo. 


¡Hoy más que nunca, solidaridad entre la clase trabajadora y los pueblos de todo el mundo!



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